
Ágora se ambienta en el siglo IV d.C., en Alejandría, cuando la religión cristiana comenzaba a abandonar el ostracismo al que había sido condenada y arrasaba al resto de cultos (judío y pagano) para imponerse como el único posible y verdadero. Un marco histórico lejano en el tiempo, pero cuyos errores no han servido para aprender a la humanidad, que actualmente vive situaciones idénticas de persecución, guerra e intolerancia. Amenábar ha dicho de su película que tiene distintos
niveles, y así es. Debajo de ella hay mucho más. Se encuentra un retrato de la raza humana, de la religión, del fanatismo, de la filosofía… Una película repleta de simbolismos en la que cada uno de los personajes gira alrededor de un centro gravitatorio, ya sea éste la religión, la ciencia, el amor o el poder.

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